La violencia en el lugar de trabajo
La
violencia en el lugar de trabajo se ha convertido en un problema mundial que
atraviesa ambientes laborales, grupos profesionales y psicologías individuales.
Esta modalidad de la violencia, en el
ámbito del trabajo, ha sido relativamente olvidada o puesta a un lado, pero en
los últimos años ha adquirido una enorme importancia. En la actualidad se
presenta como una amenaza grave contra la eficiencia y el éxito de las
instituciones.
Las
actitudes y conductas intimidatorias, abusivas, agresivas, violentas o
discriminatorias -de diferentes tipos y formas, inmediatas o de largo plazo-
perturban las relaciones entre las personas y afectan el entorno laboral.
De
acuerdo con algunos análisis relativos a la prevención y control de las
enfermedades, en la última década la violencia en el lugar de trabajo se ha
incrementado significativamente a nivel mundial. Varios estudios estiman que el
estrés y la violencia representan alrededor del 30% de los costos totales de
las enfermedades y accidentes de trabajo. Sobre la base de estas cifras, se ha
sugerido que el estrés-violencia laboral puede costar aproximadamente entre el
1 y el 3% del OPIB cada año.
Con
base en lo postulado por los organismos, agencias y convenciones nacionales e
internacionales (CNDH, Conapred, ONU, ONU mujeres, etc.), se puede derivar que
en el ámbito laboral –al igual que en la escuela, el hogar, el barrio, etc.-las
predisposiciones, ciertas creencias, prejuicios, desvaloraciones o los hechos
mismos de discriminación se conectan e interactúan con la violencia.
Si
por discriminación estos organismos entienden “toda
exclusión-restricción-distinción por cuestiones de etnia, origen, género, edad,
discapacidad, preferencias u otras razones, que incidan, obstaculicen o afecten
el pleno goce de los derechos de cualquier persona”, entonces es claro que la
violencia laboral suele presentarse acompañada con tintes de discriminación de
algún o de varios tipos.
Sabemos
que la violencia puede ser psicológica (gritos e insultos, presión emocional,
intimidación, amenazas, control a ultranza), física, sexual (incluyendo el
acoso y el hostigamiento y tener sus raíces ancladas en ciertos grupos y
sectores de la institución: el aislamiento y el trato despótico; el bullying
laboral: el llamado mobbing; la burocracia excesiva, la “gestoría” acaudillada
o el minicontrol que buscan imponer su pequeño poder; las “alianzas
transaccionales” –los favores, las deudas virtuales- o simple y llenamente “el
querer quedar bien”.
Es
por ello que el esfuerzo de las instituciones y de quienes laboran en ellas
debe avocarse a prevenir, disuadir, detectar, evitar y eliminar los maltratos y
las desigualdades; a responder y señalar las inequidades; a observar,
visibilizar y registrar; a reparar los daños y a sancionar cuando resulte
conducente.
Se
trata de asegurar el respeto y el goce cabal de los derechos humanos y
laborales de todos los que trabajan en la institución …sin duda, es cuestión de
pasar del dicho al hecho.
La violencia en las
instituciones de salud
Si
bien la violencia laboral en los centros de trabajo tiende a ser generalizada,
existen grupos que la sufren más. En diversos países europeos encabezan la
lista de ocupaciones con mayor riesgo las relacionadas con el ámbito sanitario
(24% de todas las agresiones).
Entre
diversos autores existen diferencias notables en lo que cada uno considera
“agresión y violencia”, pero, aun así, se considera que entre el 35 y el 80% de
los trabajadores de los hospitales han sido agredidos física o verbalmente alguna
vez; notablemente, destaca que del 65 al 82% del personal de enfermería ha
experimentado algún tipo de abuso verbal.
Esto
es, en promedio, más de la mitad de los trabajadores de la salud son alguna vez
agredidos en distintas maneras. Esa violencia repercute fuertemente en la
prestación de los servicios y puede dar lugar al deterioro de la calidad y/o a
decisiones de los trabajadores de abandonar sus centros de trabajo o de tomar
actitudes pasivas o reactivas.
Esto
podría significar una disminución de la oferta o de la calidad de los servicios
de salud y hasta un incremento de los costos.
La
igualdad de acceso a la salud puede
verse amenazada si sus trabajadores –un recurso de por sí escaso- abandonan o
se desligan motivacionalmente de sus sitios de trabajo a causa del ambiente de
discriminación y/o violencia.
Varios
estudios, entre los que destacan los realizados por Mayhew y Deeb (2003),
reiteran que el grupo de mayor riesgo son las enfermeras, que son sujetas
predominantemente a violencia psicológica en sus lugares de trabajo. Los
agresores son de varios tipos y varían de acuerdo a las víctimas. En todo caso
el posible agresor se perfila desde dos grandes estratos: uno compuesto por el
mismo equipo de trabajo, colegas o administradores y otro por pacientes,
familiares o acompañantes (esto no implica dejar de reconocer ni ceder un ápice
en la defensa de los derechos de los pacientes).
Entre
las causas de la posible agresión desde los compañeros de trabajo hemos
mencionado algunas. Desde los usuarios se establecen varios motivos; sobresalen
los tiempos de espera, la insatisfacción por los tratamientos, problemas de la
relación médico paciente, influencias del alcohol o drogas, deficiencias en la
comunicación y las irregularidades de un sistema sobre el cual los trabajadores
agredidos no tienen control.
Son
conocidas algunas situaciones que ocasionan desgaste en la voluntad e incluso
en la salud de los trabajadores. La literatura abunda en la descripción de
cuadros clínicos graves precipitados por el trabajo en entornos desfavorables y
con un clima psicológico de violencia, agresividad y amenazas. Las
especialidades con mayor exposición a la violencia en el ámbito laboral
coinciden con aquellas en las que las urgencias, la ansiedad o el estrés
resultan más comunes. La mayoría de las investigaciones coinciden en señalar a
los servicios de urgencias como aquellos con mayor índice de violencia contra
los trabajadores de la salud.
Repercusiones en los
hospitales
Gerbenich
y cols. Señalan que las consecuencias de las agresiones en los trabajadores
afectados causaban desmotivación, sensación de humillación y la pérdida de la
confianza y autoestima, lo que deriva finalmente en diversos efectos en la
esfera laboral.
A
nivel personal ocasionan ausentismo o pérdida de horas de trabajo; confusión o
deterioro en la calidad de la atención, del ambiente laboral y la imagen
institucional; incremento en los costos de una “medicina a la defensiva”;
aumento de la insatisfacción de los usuarios y aparición de conflictos
laborales. Todas estas repercusiones afectan la eficiencia y el éxito de las
organizaciones sanitarias que ven deteriorado su cartel y su prestigio, la
productividad, el ambiente laboral y, de manera importante, la calidad de la
atención al paciente.
¿Qué hacer para disminuir la
violencia en el lugar de trabajo?
Diferentes
acciones para disminuir este problema se encaminan a prevenir y controlar el
impacto de la violencia en la institución. Es preciso elaborar e implementar un
plan de abordaje de la problemática que incorpore los siguientes puntos:
·
Determinar
los riesgos específicos en las diferentes áreas o servicios del hospital,
particularmente los reconocidos como de alto riesgo.
·
Fortalecer
el reporte de los eventos relacionados con la violencia en los lugares de
trabajo.
·
Rediseñar
áreas y procesos de trabajo.
·
Capacitar
al personal de salud para resolver conflictos.
·
Determinar
estrategias para la atención al personal involucrado en eventos de violencia en
el lugar de trabajo.
·
Educar y
formar al paciente y a su familia.